domingo, 1 de mayo de 2011

EL RECHAZO A LAS APARICIONES DE LA VIRGEN EN EZQUIOGA Y SUS CONSECUENCIAS EN EL PASADO, PRESENTE Y FUTURO

En el tema “Una Señora guapísima” anunció en 1933 la Guerra Civil española traté una parte de las apariciones de Ezquioga, fijándome solamente en su importante anuncio de profetizar la Guerra Civil española, y, en el tema Clérigos asesinados en la zona nacional, que guarda relación con el anterior, quedaba de manifiesto el problema secesionista de la iglesia nacionalista vasca; ahora, sirviéndome de los trabajos de dos investigadores presento esta síntesis sobre las apariciones de la Virgen en Ezquioga y sus consecuencias e importancia en el pasado, presente y futuro de España.
Lo profetizado se ha ido cumpliendo, y como aquellos milicianos comunistas vascos que durante la Guerra Civil encontraron y leyeron el perseguido libro de las apariciones de Ezquioga, el creerlo o no es una cuestión personal de cada uno.
Las fuentes son:
A: José María Sánchez de Toca. Los profetas de la piel de toro. Astorga, León, 2009.
B: William A. Christian Jr. Las visiones de Ezkioga. La Segunda República y el Reino de Cristo. Barcelona, 1997.


1. Las apariciones:
“El 14 de abril de 1931 un gobierno provisional nombrado por sí mismo se hizo con el poder que había dejado abandonado el rey y sus ministros y proclamó la Segunda República Española.
A los dos meses y medio, los católicos españoles, que eran abrumadora mayoría de la población, tenían motivos para temer lo peor, horrorizados por los incendios de iglesias y conventos. Aunque el episcopado español había aconsejado sumisión al nuevo régimen, éste al cabo de un mes puso en la frontera a Mateo Múgica, obispo de Vitoria, y poco después al cardenal Segura, primado de España.
Entonces la Virgen se apareció en diversos lugares. En Ezquioga (Guipúzcoa) las apariciones fueron multitudinarias y anunciaron la persecución religiosa, la guerra civil y la segunda guerra mundial, así como los tres días de tinieblas y otros acontecimientos terribles que felizmente no han ocurrido. Las apariciones fueron bien acogidas por el pueblo pero sufrieron el acoso, prácticamente circular, de los poderosos de la época y fueron prohibidas por el ordinario del lugar.
El 19 ó 20 de junio de 1931, Ignacio Galdós, concejal de Ezquioga, pueblo cercano a Zumárraga, en el Goyerri, las tierras altas guipuzcoanas, tuvo un accidente cuando llevaba su carro de bueyes cargado de troncos. Una señora vestida de negro le ayudó, puso a los bueyes de pie tomándoles por un cuerno y evitó que el hijo de Ignacio, que iba montado en el carro, cayera por un terraplén. Cuando lo contó nadie le creyó y en la taberna se burlaron de él, a pesar de que era un respetado cashero.
Diez días después, a la hora del ángelus (el crepúsculo vespertino) del 30 de junio de 1931, los niños Antonia y Andrés Bereciartúa, que volvían a casa con la leche que habían ido a buscar a un caserío, se toparon con una señora vestida de blanco que llevaba un manto negro, corona de oro y tres estrellas luminosas, a la que identificaron con la Virgen. Las apariciones exhortaban a la conversión, la oración y la penitencia para salvar a España y al mundo entero, y para evitar los castigos que amenazaban" (A, pp. 227 y 228).

2. La nacionalista iglesia vasca:
“El obispo de Vitoria, Mateo Múgica, fue autorizado a regresar a España el 13 de mayo de 1932, pero no pudo volver a su diócesis hasta un año después. En cuanto llegó a Vitoria el 11 de abril de 1933, ordenó a los párrocos que hicieran retractarse a los videntes.
Las disposiciones del vicario, cada vez más drásticas, habían prohibido la asistencia a la campa, primero a los eclesiásticos, después a los videntes, y finalmente también a los laicos. Ahora, Múgica dejaba a la niña Benita Aguirre sin sacramentos, la prohibió que se le apareciera la Virgen, y amenazó de excomunión a sus padres si la niña tenía visiones en casa. El obispo prohibió que los párrocos dieran la comunión a los videntes que tuvieran apariciones y a los laicos que acudieran a la campa.

Las apariciones de Ezquioga también se vieron atrapadas en las tensiones reinantes entre el cardenal Segura, primado de España, y el nuncio Federico Tedeschini. Segura, a quien la República había desterrado a Roma, era un hombre ascético y espiritual que creía en apariciones y en los documentos de la Madre Rafols, mientras que el nuncio era un mundano príncipe italiano que informó sobre Ezquioga al Secretario de Estado vaticano de entonces, cardenal Pacelli (después, Pío XII), el 14 de octubre de 1932, “congratulándose de que la colaboración del gobierno civil daría pronto fin a las apariciones” (A, pp. 231, 233 y 234).

3. La fanática izquierda anticlerical:
“En agosto de 1931 el gobierno de la República había respondido serenamente con el ejemplo de Lourdes a una interpelación parlamentaria sobre Ezquioga, pero comisionó discretamente a Gregorio Marañón a que investigara los hechos, y éste, que era el médico más famoso de España, informó que “los fenómenos de Ezquioga no pertenecían a la Ciencia sino a otros estados de conciencia”.
El 13 de agosto de 1931 en una agitada sesión en las Cortes se trató el tema de las apariciones de Ezquioga. El diputado republicano radical socialista Antonio de la Villa Gutiérrez afirmaba que "a la sombra de esa Virgen de Ezquioga se está conspirando contra la República", y pedía al ministro de la Gobernación que tomase medidas: "Sr. Ministro de la Gobernación, en Ezquioga se reúnen de 5 a 6.000 almas todos los días". A lo que el ministro de la Gobernación el republicano conservador Miguel Maura Gamazo respondía: "El que unos católicos se reúnan creyendo -porque lo crean o porque no lo crean-, se reúnan, digo creyendo ver una aparición y están allí durante unas horas rezando el rosario, ¿vale la pena de que la Cámara española considere que está en peligro la República por eso?":
Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la República Española. Nº. 385, pp. 392 a 394.
Un año después, en septiembre de 1932, Azaña, presidente del gobierno, visitó Guipúzcoa y el gobernador civil Pedro del Pozo, amigo y confidente suyo, recibió sus instrucciones directas de “no consentir más milagros”. El ejército realizó maniobras en Ezquioga y la Guardia Civil impidió el acceso a la campa. Del Pozo nombró juez especial a Alfonso Rodríguez Dranguet, un masón que había matado un guardia civil en los disturbios previos a la República, quien hizo detener a los videntes y el 11 de octubre de 1932 comenzó a interrogarlos por los delitos de estafa y sedición.
La connivencia entre el gobierno civil y el obispado de Vitoria quedó al descubierto. El juez encerró al Padre Burguera una semana en la cárcel de Ondarreta, y a los demás videntes quince días en el manicomio de Mondragón, donde los facultativos tuvieron que excusarse con los videntes por encontrarlos perfectamente sanos, aunque hallaron cierto retraso mental en tres de los videntes varones” (A, pp. 231 y 232).
“El 14 de julio de 1931, Patxi Goicoechea vidente nacionalista, vio a la Virgen bendecir con expresión severa los cuatro puntos cardinales con una espada. Los periódicos de izquierdas, que hasta entonces habían bromeado con las visiones pidieron rápidamente la intervención del gobierno.
El 19 de julio, el periódico republicano La Voz de Guipúzcoa, denunciaba la utilización “de una alucinación” como parte de una conjura “derechista-separatista” y la provocación de “la intolerancia y la guerra civil”. Un diputado republicano advirtió en El Liberal de Madrid que Ezkioga era el producto de un clero “dispuesto a remangarse la sotana, empuñar el fusil y lanzarse al monte”
(B, p. 48).

4. El racista y secesionista nacionalismo vasco:
“Al principio, los nacionalistas vascos, importante fuerza política nacional, habían acogido las apariciones como un signo del Cielo.
Engracio Aranzadi escribía el 8 de julio [El Día, 11 de julio de 1931]: “¿No será que el Cielo trata de confortar el ánimo de los vascos leales a la fe de la raza?” (A, p 232).
“Aranzadi era el sucesor de Sabino Arana como ideólogo del Partido Nacionalista Vasco.
El semanario pronacionalista Argia llegaba a la conclusión de que “aundia Euskalerriari Jaungoikoak dion onginaia” (es grande el buen deseo que Dios tiene hacia el pueblo vasco)” (B, pp. 47 y 48).
“En consecuencia, el Euzkadi Buru Baztar, órgano supremo del partido, designó a tres miembros para que acudieran a Ezquioga a preguntar a la Virgen qué tenía que decir a Euzkadi. Los comisionados fueron a la campa e hicieron la pregunta a través de la niña Benita Aguirre, que a su vez preguntó a la Virgen.
La respuesta, en castellano, fue que la Virgen venía para toda España y que si había elegido Ezquioga era porque en ese momento estaba allí la mejor gente de España, pero que no siempre sería así. Esta respuesta, unida al hecho de que los mensajes se referían constantemente a España sin mencionar a Euzkadi, fue una desilusión para los nacionalistas. Cuando unos peregrinos navarros de Mendigorría llevaron a la campa pancartas que decían “Madre, ¡Salva a España!”, el órgano del partido [Euzkadi, 15 de julio de 1931] escribió ácidamente:
“Estos vivas y gritos que se guarden para ellos. ¿Por qué no fueron a apagar los conventos que quemaron en Madrid y en Sevilla? Los que quemaron los conventos eran españoles, aunque muchos de los que estaban dentro de los conventos eran vascos”.
Más tarde, cuando estalló la guerra civil, los gudaris (soldados del gobierno de Euzkadi) buscaron los libros de Burguera para quemarlos. Sin embargo, la edición estaba en una casa de Elorrio que los comunistas vascos habían convertido en cuartel para dos de sus batallones, donde los milicianos lo leían con avidez y se convirtieron muchos. Después, cuando los nacionales entraron en Elorrio, la edición ya no estaba allí, pero no porque los comunistas la hubieran quemado o destruido, sino porque la habían difundido por todo el país vasco” (A, pp. 232 y 233).

5. El prepotente nacionalcatolicismo franquista:
“El círculo de enemigos de las apariciones se completó en 1937, cuando las tropas nacionales conquistaron el Goyerri. La autoridad militar metió algunos videntes en el manicomio, y a otros los desterró o amenazó con hacerlo. Dos años después de acabada la guerra, la Dirección General de Seguridad todavía hizo detener a un devoto a instancias del vicario general de la diócesis de Vitoria (que ahora era Lazurica), que le acusó de separatista. Afortunadamente el detenido tenía un hijo sacerdote que pudo demostrar la falsedad y liberarlo en dos semanas” (A, p. 233).

Conclusión y consecuencias:
“Se calcula que la campa de Ezquioga tuvo un millón de visitantes en 1931, con un pico de asistentes de 70.000 personas el 16 de julio de 1931.
La Virgen se manifestaba a muchos hombres y mujeres, ya fueran habitantes de Ezquioga, visitantes, curiosos o peregrinos.
El vidente Cruz Lete se hizo hermano de San Juan de Dios lo mismo que su grupo de amigos y murió en olor de santidad en 1933. Otra devota vidente de Ezquioga, Conchita Mateos, se hizo monja clarisa junto con otras catorce jóvenes.
En Ezquioga nunca hubo comisión eclesiástica de investigación después de la que formó el párroco; y los mensajes de Ezquioga nunca han sido estudiados a la luz de los acontecimientos nacionales, mundiales y eclesiásticos ocurridos desde entonces. En Ezquioga la Virgen se aparecía como Mater Dolorosa con una espada en la mano y el rosario en la otra; en 1931 aquello se interpretó como un anuncio de guerra, sin que nadie se le ocurriera que el rosario era la mansa alternativa a la espada.
Después, una generación tuvo paz hasta que en 1968 comenzaron los asesinatos en serie, cuyas víctimas han sido mayoritariamente vascas, y cuyos asesinos recibieron aliento y complicidad donde sólo hubieran debido oír exhortaciones al arrepentimiento y la penitencia. Aquella cristiandad pujante y misionera se secularizó y los seminarios se vaciaron. Curas rebotados y frailes que habían colgado los hábitos se encaramaron a los puestos dirigentes de la sociedad. Cuando el Papa visitó Guipúzcoa en 1982, el presidente del gobierno autónomo no fue a recibirle, alegando que tenía otros compromisos.
Vistos los hechos tantos años después, mi impresión es que en Ezquioga hubo de todo, según la vieja experiencia cristiana de que donde se manifiesta Dios no anda muy lejos el diablo. Pero al árbol ha de juzgársele por sus frutos y en Ezquioga se produjeron conversiones, vocaciones y curaciones, y se profetizaron hechos que el tiempo ha verificado.
Contra toda evidencia se negó en bloque el carácter sobrenatural de las primeras apariciones multitudinarias de España, en las que millares de devotos esperanzados recibían mensajes de contenido profético. Y así, Ezquioga, que hubiera debido ser una bendición, se convirtió en una desgracia. La condena creó un sentimiento de vergüenza colectiva y Ezquioga pasó a ser un tabú que no debía mencionarse.
En 1984, un contristado historiador vasco me decía que allí las cosas no tendrían remedio hasta que no se reparase el desaire que se había hecho a la Virgen en Ezquioga” (A, pp. 228, 247, 248 y 249).

Y después dicen que no entienden lo que pasa en las Vascongadas o en España, en Europa y en el Mundo: ustedes mismos.

Ángel Manuel González Fernández, mayo de 2011.