Era el verano de 1990 cuando Canal Plus comenzaba a emitir en periodo de pruebas, y de vez en cuando se podía ver programas interesantes. En cierta ocasión emitieron un reportaje sobre algunos episodios de la vida de la religiosa Teresa de Calcuta, y recuerdo entre otros, el testimonio del representante estadounidense en el Líbano.
Afirmaba este diplomático que en el año 1982 en plena guerra civil en el Líbano, un día se presentó en su despacho Teresa de Calcuta. La monja le contó que tenía a treinta y siete niños enfermos mentales que habían sido abandonados en un manicomio, y que por su seguridad urgía trasladarles a la otra zona de Beirut, pero que sólo disponía de una ambulancia de la Cruz Roja, por lo que venía a pedirle a ver si la podía facilitar dos coches grandes para poder transportar a todos los niños. El representante estadounidense la dijo que eso que pretendía era imposible, que nadie podía transitar de un extremo a otro de la ciudad, y que él no disponía de los hombres necesarios para garantizar una escolta de seguridad. Entonces el diplomático contaba que se quedó estupefacto al escuchar con toda naturalidad la respuesta de Teresa de Calcuta:
“Estaba en la capilla en oración después de la comunión cuando la Señora me dijo, que iba a parar la guerra un momento para que pasáramos a los niños; a usted sólo le pido que nos pueda facilitar los coches”.
Recuerdo las secuencias del reportaje cuando la ambulancia seguida de dos coches cruzaban las calles de Beirut, de un Beirut que parecía una ciudad fantasma, con edificios en ruinas refugio de francotiradores; pero no se escuchó ni un disparo, solamente el silencio lo rompía la sirena de la ambulancia abriendo paso a la pequeña caravana.
Ángel Manuel González Fernández, septiembre del 2007.
Afirmaba este diplomático que en el año 1982 en plena guerra civil en el Líbano, un día se presentó en su despacho Teresa de Calcuta. La monja le contó que tenía a treinta y siete niños enfermos mentales que habían sido abandonados en un manicomio, y que por su seguridad urgía trasladarles a la otra zona de Beirut, pero que sólo disponía de una ambulancia de la Cruz Roja, por lo que venía a pedirle a ver si la podía facilitar dos coches grandes para poder transportar a todos los niños. El representante estadounidense la dijo que eso que pretendía era imposible, que nadie podía transitar de un extremo a otro de la ciudad, y que él no disponía de los hombres necesarios para garantizar una escolta de seguridad. Entonces el diplomático contaba que se quedó estupefacto al escuchar con toda naturalidad la respuesta de Teresa de Calcuta:
“Estaba en la capilla en oración después de la comunión cuando la Señora me dijo, que iba a parar la guerra un momento para que pasáramos a los niños; a usted sólo le pido que nos pueda facilitar los coches”.
Recuerdo las secuencias del reportaje cuando la ambulancia seguida de dos coches cruzaban las calles de Beirut, de un Beirut que parecía una ciudad fantasma, con edificios en ruinas refugio de francotiradores; pero no se escuchó ni un disparo, solamente el silencio lo rompía la sirena de la ambulancia abriendo paso a la pequeña caravana.
Ángel Manuel González Fernández, septiembre del 2007.